Introducción
El 10 de junio de 1971 una manifestación universitaria, en apoyo al movimiento estudiantil de Nuevo León, fue duramente reprimida por un grupo paramilitar conocido como Halcones. El mensaje había sido claro: la calle no sería recuperada fácilmente por los movimientos sociales post 68.
De acuerdo con reportes de la Dirección Federal de Seguridad (dfs), la fuerza represiva en las calles superó los 2 000 elementos: del cuerpo de granaderos, de las policías del Departamento del Distrito Federal (ddf) y Halcones, desplegados para contener y atacar a la manifestación, cubiertos por agentes de la dfs y en la retaguardia por el ejército, que se había apostado en el Zócalo de la ciudad.1
Tanto testimonios de manifestantes como las crónicas periodísticas de los días siguientes dieron cuenta de la efectiva coordinación de las diversas fuerzas de seguridad desplegadas, así como de la saña con la que actuaron contra los estudiantes. El drama vivido la tarde y noche de ese 10 de junio en el Hospital Rubén Leñero es apenas una alícuota:
Como a las seis y media se escucharon detonaciones dentro del hospital.
Los muchachos corrían por los pasillos y entraban a las salas tratando de esconderse y pudimos observar cómo irrumpían en el hospital un grupo distinto de jóvenes, portando ametralladoras y palos. Éstos tiraron contra los estudiantes en el primer patio.2
Aún no concluía el ejercicio de la violencia contra los estudiantes, y las autoridades federales y locales comenzaron cubrir los hechos con declaraciones brumosas. El regente del D. F., Alfonso Martínez Domínguez, en la misma noche del 10 de junio declaró: Es del conocimiento público que estos lamentables hechos son el resultado de acciones incontrolables e intransigentes por parte de grupos de diversas y aun opuestas tendencias, que actúan en algunos centros estudiantiles […] El Departamento del Distrito Federal y el gobierno de la República, no tienen ningún cuerpo de ese tipo. No existen los Halcones.3
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