El poder de los símbolos
Alejandro Encinas Rodríguez
Han sido abundantes y diversas las notas informativas, los comentarios y reflexiones de lo sucedido durante la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador y el inicio del nuevo gobierno. Independientemente del sentido de cada uno de éstos, lo cierto es que el 1º de diciembre de 2018 marca un antes y un después en la historia de nuestro país.
Mas allá de la relevancia de los actos protocolarios propios de nuestro sistema republicano, los eventos celebrados desde el primer minuto de ese día dan cuentan de la profundidad del cambio que vive México, cuando en la Secretaría de Gobernación, en el Salón Revolución, el mismo sitio donde, en 1988, se cayó (o calló) el sistema, una mujer, la primera en asumir las tareas para la gobernabilidad, afirmó: “la política interior del país tendrá una visión distinta, la de una mujer”.
Los eventos emblemáticos se sucedieron uno tras otro a lo largo de la jornada. El diputado Porfirio Muñoz Ledo, quien interpeló por vez primera a un presidente de la República __ a Miguel de la Madrid, durante su último informe, el primero de septiembre de 1988__ derrumbando así el mito del “día del Presidente”, 30 años después, llamaba al orden a los legisladores y entregaba la Banda Presidencial a López Obrador.
El arribo al Palacio Legislativo de una larga lista de mandatarios y representantes de gobiernos extranjeros, destacadamente de América Latina y del Caribe, dan cuenta de la relevancia de la asunción de un gobierno, a contracorriente de la tendencia mundial, emanado de la izquierda.
Por el vestíbulo de San Lázaro ingresaron, con excepción de Nicolas Maduro, quien arribaría a la comida en Palacio Nacional, lo mismo Evo Morales de Bolivia, que Juan Orlando Hernández de Honduras; Chen Yueyue, vicepresidente de la Asamblea Popular de China, que Julie Payette, Gobernadora General de Canadá; Miguel Díaz Canel de Cuba, que Martín Alberto Viscarra Cornejo de Perú o Jimmy Morales de Guatemala.
Paradojas de la vida. Por azares del destino, me correspondió recibir al Rey de España, Felipe VI, y no tardó en aparecer el comentario ocurrente: un excomunista mexicano acompaña al monarca. Son los nuevos tiempos.
En el salón de sesiones las cosas también son distintas. Sin faltar las protestas de la oposición, las tribunas ahora están colmadas por civiles, en tanto que los cadetes que escoltan al Presidente entrante, dejan atrás los gestos adustos del extinto Estado Mayor Presidencial.
Una vez rendida la protesta de ley, el Presidente dirigió un mensaje que no tiene desperdicio. Tras la cortesía honesta al mandatario saliente, sin ambigüedades, López Obrador presentó el diagnóstico y sus propuestas “Recibimos un país en ruinas”, acotó, en tanto Peña Nieto no disimuló su incomodidad y optó por tomar nota.
Es inevitable recordar el discurso del entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el 6 de abril de 2005, ante el pleno de la Cámara de Diputados durante el juicio de procedencia en su contra: “Comparezco con dignidad ante este tribunal por el juicio de desafuero en mi contra. (…) Cómo deben suponer estoy acostumbrado a luchar. No soy de los que aceptan dócilmente condenas injustas. Me voy a defender y espero contar con el apoyo de hombres y mujeres de buena voluntad que creen en la libertad, en la justicia y en la democracia. (…) No soy un ambicioso vulgar, ni llevaré a nadie al enfrentamiento. Todo lo que hagamos se inscribirá en el marco de la resistencia civil pacífica. (…) Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia”. Trece años siete meses después, el juicio fue emitido.
El festejo popular a lo largo del día y en todo el país se convirtió en una verbena sin precedente, que dejó en el olvido el temor de los hombres de poder a la protesta, y las plazas cercadas por vallas y elementos de las fuerzas de seguridad sobre las que pretendieron cimentar su “legitimidad” quienes no la lograron en las urnas.
La entrega del Bastón de Mando de manos de las autoridades de los pueblos originarios reivindicó nuestra multiculturalidad e invistió al Presidente de la legitimidad de quienes durante décadas fueron invisibilizados: “En nombre de los pueblos indígenas venimos con todo respeto, pero con una gran responsabilidad a depositar en sus manos, licenciado Andrés Manuel López Obrador, el Bastón de Mando, sirva para usted mandar obedeciendo al pueblo”.
El Universal sintetizó en una frase lo ocurrido ese día “En un día comió con un rey y se hincó ante un indígena”. Símbolos inequívocos de un país que ya cambió. (Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración)