Información veraz para construir comunidad
Alejandro Encinas Rodríguez
La pandemia desatada por el Coronavirus a nivel mundial ha venido acompañada de otras plagas igual de devastadoras: la desinformación, los discursos discriminatorios e incluso el fanatismo. Durante las últimas semanas, han proliferado noticias e informaciones falsas a través de las redes sociales y en distintos medios de comunicación, que pretenden enturbiar el ambiente político, crear confusión y alentar el miedo.
Abundan ejemplos de políticos y comunicadores, que sin fundamento técnico o científico alguno, difunden información de manera irresponsable. Lo que ha alentado actitudes y discursos discriminatorios contra distintas nacionalidades e incluso contra quienes se presume son portadores del virus.
Un caso relevante, lo representan algunos ministros religiosos que advierten que el Coronavirus es la respuesta de Dios para “que la gente se arrepienta de sus malos caminos”. “Todo esto -señalan-, es la voz de Dios con respecto a la homosexualidad desenfrenada, a los matrimonios entre hombres con hombres, de mujer con mujer, que rompen con el principio divino para la familia. El propósito prioritario que Dios tiene con esto, es que la gente se arrepienta de sus malos caminos”.
Enfrentamos una emergencia que nos exige, a todos por igual, actuar con responsabilidad, dejando atrás frivolidad y protagonismos, para enfrentar la pandemia.
Necesitamos de información veraz y confiable. Los discursos que relacionan la homosexualidad, las decisiones de las mujeres sobre sus cuerpos o la nacionalidad de las personas con el origen del coronavirus no contribuyen a ese fin. Por el contrario, alimentan un ambiente de rechazo y estigmatización de grupos que viven condiciones históricas de violencia, como son las personas de la diversidad sexual, las mujeres y los extranjeros.
No se trata de censurar estos discursos ni el derecho de las personas a expresarse libremente. El Estado tiene la obligación de garantizar la libertad de expresión y los derechos a la igualdad, a la seguridad y al bien superior que representa hoy la salud pública y la vida. Sin embargo, es necesario combatir las ideas falsas y prejuiciosas con información veraz.
Las asociaciones religiosas, por su alcance e influencia social, pueden hacer la diferencia en esta coyuntura, si promueven la unidad y la solidaridad entre todas las personas, como lo ha hecho el Papa Francisco estos días, y no la división y el rechazo.
La ONU ha reiterado que “en una sociedad democrática, los Estados deben proteger la libertad de expresión al mismo tiempo que deben garantizar la igualdad y la seguridad de las demás personas”. Lo que no significa censurar o prohibir las declaraciones que puedan ser intolerantes u ofensivas, sino tomar medidas adecuadas que protegen dichos derechos y libertades, ante aquellos discursos que hagan una apología del odio o que constituya incitación a la violencia.
Como señala la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión, “el carácter ofensivo del discurso, por sí solo, no es razón suficiente para restringirlo. Al discurso que ofende por la intrínseca falsedad de los contenidos racistas y discriminatorios es necesario refutarlo, no silenciarlo: quienes promueven esas visiones necesitan ser persuadidos de su error en el debate público. Ante la inequidad de las opiniones no hay mejor respuesta que la justicia de los argumentos, y eso requiere más y mejor discurso, no menos”.
Una de las aristas que acompañan la pandemia, es el necesario debate público para que, más allá de los discursos de odio y de las profecías, cultivemos un ambiente de cooperación y solidaridad, que fortalezca la sana convivencia familiar y comunitaria en momentos en que el guardarse en casa, lejos de representar una actitud pasiva ante el problema, debe asumirse como una acción colectiva para superar la pandemia. (Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración)